lunes, 9 de noviembre de 2009

Tauromaquia.


La muerte del Picador

La muerte del picador o Cogida de un picador es un cuadro de Francisco de Goya pintado en 1793 poco después de la grave enfermedad que causó la sordera al pintor.
Se encuentra incluido en una serie enviada a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando junto con otros cuadros de pequeño formato sobre hojalata con asuntos de fantasía y capricho y taurinos del mismo año, como Apartado de toros o Toros en el arroyo, La captura del toro, El toro enmaromado o El gayumbo, Suerte de banderillas o Banderillas en el campo, Toreando de capa o Pase de capa y Suerte de matar.

De toda esta serie, es este uno de los cuadros más violentos. Muestra a un toro que ha corneado al picador y la punta del pitón asoma tras ensartar completamente su muslo. En tanto, el resto de la cuadrilla intenta evitar el peligro, algunos coleando al toro y otro picador alanceando al morlaco. El caballo ha caído al suelo destripado.

Destaca en esta obra el dramático dinamismo de la acción, creando una sinfonía de gestos y aspavientos. Mientras, una anónima multitud se vislumbra en los tendidos, en los que se aprecia el contraste entre el graderío de sol y el de sombra. La masa ya no es un conjunto de individuos, sino el público anónimo que se amalgama en la grada y que conforma una multitud con características propias, similares a la que contempla el espectáculo en el cuadro de la misma serie Cómicos ambulantes.


De técnica abocetada, pincelada suelta y enérgica e intenso cromatismo, es una obra en la que Goya pretende reponerse y reanudar su actividad como pintor tras la grave enfermedad que le aquejó a fines de 1792 y de la que aún no estaba completamente restablecido. Sin embargo, con esta serie de cuadros pretendió demostrar a la Academia que sus facultades como pintor estaban intactas y la potencia de su invención se había enriquecido si cabe tras los difíciles momentos de su convalecencia.

Es posible, según hipótesis de Glendinning, que el artista aragonés, que era aficionado a la Tauromaquia y pudo hacer sus pinitos como novillero en su juventud.



ESCENA DE UNA CORRIDA DE TOROS.

Esta tabla acerca de la suerte de varas forma conjunto con Procesión de disciplinantes, Auto de fe de la Inquisición y Casa de locos cuarteto conservado completo en la Academia de San Fernando. Son cuadros de gabinete, de reducidas dimensiones, en los que Goya recrea «el capricho y la invención».

La tabla muestra una meditada composición; la escena central se desenvuelve con gran claridad y muestra las distintas masas de color de los protagonistas (toro, caballo y picador, mozos de cuadrilla, etc.) eficazmente resaltadas en el centro de la arena y rodeados por un público apenas esbozado en el abigarrado fondo, cualidades ya experimentadas en las estampas de la Tauromaquia. El punto de vista del espectador se sitúa en un punto alto del tendido, de tal forma que puede contemplar las primeras filas de aficionados (colocados, con gran modernidad, de espaldas) al igual que todo el resto de la plaza y los edificios que se hallan al fondo. En esa forma de presentar la escena destaca el esfuerzo desarrollado por el artista aragonés para transmitir el sentido de la percepción de la distancia en la profundidad del campo visual (adviértase la nitidez del conjunto de figuras del centro y el perceptible «desenfoque» de los edificios del fondo, en concordancia con las leyes de la óptica divulgadas por los tratadistas a partir del siglo XVIII).

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