lunes, 9 de noviembre de 2009

Majas.



Maja desnuda.




La primera mención que se tiene de su existencia es la cita del diario del grabador y académico Pedro González de Sepúlveda, de 1800, que la menciona en la colección de Godoy. En 1808, a raíz del Motín de Aranjuez y la abdicación de Carlos IV, el nuevo rey Fernando VII ordenó secuestrar los bienes del favorito. La sucesiva invasión francesa impidió llevar a cabo el inventario de los bienes y todo permaneció depositado en el "almacén de cristales" de la Real Academia de San Fernando de Madrid. Restablecida la Inquisición por el monarca al recuperarse la libertad, aquella confiscó el cuadro que seguramente estuvo en poder del Santo Oficio, hasta su definitiva desaparición. De nuevo fue llevado a la Academia y se colocó en una sala oscura, cerrada al público hasta fines del XIX. Ingresó en el Prado en 1901 y aparece citado en el catálogo de 1910 por primera vez.
Las famosas "majas" de Goya son obras míticas y polémicas, tanto por la fecha de su realización y la figura que reflejan, como por su primer propietario conocido, el destino que tuvieron y las críticas que han suscitado. Se han relacionado tradicionalmente con la duquesa de Alba, aspecto muy discutido también. En efecto, ni el rostro del personaje ni la actitud ni las fechas posibles parecen concordar, pero el enigma se mantendrá en tanto no aparezca una prueba fehaciente a favor o en contra de los orígenes de su creación y de los personajes que las suscitaron en todos los sentidos.
En ambas figuras sorprende la extraña cabeza, casi de maniquí, inexpresiva y pegada de manera ilógica a un tronco, con el que no parece tenga mucho que ver(las radiografías no indican que exista otra debajo del rostro). La fecha de realización parece que está entre 1797 y 1800. La técnica de la presente pintura recuerda obras goyescas anteriores a 1795 e incluso, precisando más, hacia 1790; en cambio la de la "vestida" parece algo posterior a 1800, entre 1802 y 1805. En ambos casos la datación se basa en el análisis de pinceladas, colores y modelado. ¿Acaso se encargó la segunda para ocultar a la primera? ¿Es el cuerpo de la desnuda el de la duquesa Cayetana? ¿Estuvo inicialmente en la colección de los Alba y al obtener Godoy la pintura ordenó éste al artista hacer la vestida? Las incógnitas no harán más que aumentar el interés por tan peculiares piezas. Tal vez se trate de una representación de la célebre Pepita Tudó, amante del valido con quien mantuvo peculiares relaciones, que llevaron a la dama incluso a ser ennoblecida años después: en 1807 recibió el condado de Castillofiel y contrajo matrimonio con Godoy en 1829, a la muerte de la condesa de Chinchón, esposa de éste.
Una cuestión que no se descarta es el hecho probado de que Goya buscase inspiración en el cuerpo de la duquesa de Alba para hacer desnudos femeninos tal y como cabe observar en el Álbum A ejecutado en Sanlúcar de Barrameda en la finca de la famosa dama; de hecho el cuerpo de la desnuda no se encuentra lejos del ideal de belleza femenina que la aristócrata encarnaba: tipo fino y elegante, huesos menudos, cintura breve y senos turgentes y distanciados.
Curiosamente Goya fue convocado por la Cámara Secreta de la Inquisición deMadrid para reconocer ambas obras, declarar si eran suyas, indicar el motivo de su creación y por cuenta de quién. Aquello ocurrió en 1815 pero nunca se ha sabido si Goya llegó a precisar todos estos extremos o no; sea lo que fuere, las incógnitas no han dejado de plantearse al respecto.
Posee una calidad tersa y aporcelanada, casi de esmalte; su concepto de perfección anatómica tiene más de obra académica que de mujer de carne y hueso. Nacarada y casi transparente, contrasta con el lugar tan exquisito donde se halla tendida, en el que brillan los blancos y azules con fina intensidad. Es casi neoclásica por su sentido escultórico y aunque responde al tipo femenino habitual en la producción de grabados y dibujos del maestro, es lo menos "goyesco" que pintó.




Maja vestida.




El lienzo, que mantiene estrecha relación de dependencia con el anterior, posee una historia similar; sin embargo, a diferencia de la "desnuda", ésta se expuso al público en los salones de la Academia de San Fernando, pasando análogamente al Prado en 1901.
Respecto de la desnuda, es de técnica más abocetada, libre y avanzada, indudablemente goyesca en el sentido estricto de la expresión. La vibración de color, la delicadeza de los ropajes y la manera de acusar el cuerpo bajo las telas la hace más atractiva e incluso incitante, respondiendo a la feliz definición de la condesa de Pardo Bazán, quien la llamó "más que desnuda". Los transparentes volantes de los almohadones, el breve bolero amarillo o la faja rosada, son dignos de mención entre la riqueza cromática que Goya desplegó a lo largo de su vida.
Hacia 1800, cuando González de Sepúlveda visitó la casa de Godoy, no debía haber sido pintada aún y lo sería antes de 1806, año en que la privilegiada relación profesional entre el artista y el favorito concluyó. Curiosamente, al referirse a la "desnuda" el crítico antes mencionado, y a ambas obras el agente francés Quilliet en 1808, las opiniones acerca de la falta de interés y baja calidad de los dos lienzos fueron coincidentes.
No se trata de un tipo de "maja" popular en términos típicos, si se comparan atuendo y figura con las de las protagonistas de tantos cartones de tapicería; no obstante, tampoco hay una visión distinguida acorde con los cánones de la época, ya que el ropaje está a mitad de camino entre la indumentaria de las "damas principales" y el atuendo de las clases menos atendidas por la fortuna, aunque con una dignidad de porte sumamente especial.
En cuanto a las inspiraciones para ambas son muchas las opiniones emitidas; éstas van desde la Venus del espejo de Velázquez hasta las figuras femeninas desnudas de Tiziano, tanto las que se denominan Venus y el Amor o Venus y la Música, como el desnudo del primer término de La bacanal. Conviene señalar a modo de explicación complementaria que los dos cuadros, a pesar de sus singularidades y limitaciones, suponen el punto de partida de una nueva manera de concebir la imagen femenina: retadora, sin recato, en una especie de exhibición, con los brazos por detrás de la cabeza y en un modo de postura, reflejo de un cuerpo relajado pero atento que rebasa el aparente candor del mundo de Giorgione y del joven Tiziano para adentrarse en la expresividad más madura y consciente del segundo, que puede pasar de la gracia y el reposo de su fase inicial a la sensualidad y la inquietud de la plena madurez visible en la Danae.
Aparte de ello cabe destacar que no existe la anécdota, no hay narración apreciable, evidenciándose la pareja de majas como la mujer en esencia, que busca ser admirada y deseada valorándose el atractivo de su cuerpo, "desnuda" o "vestida", en detrimento del interés del rostro reducido a una pura máscara, esquemática y vulgar, lo que resulta todavía más peculiar en un artista que como Goya llevó a cabo algunos de los más distintivos retratos de la historia.

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