El entierro de la sardina.

Sin embargo, toda esta serie de alusiones, desaparecen en parte al haber sustituido la palabra por una grotesca máscara sonriente, lo que la relaciona con las actitudes del grupo de personajes, bailando, y con máscaras. Aún así, el hombre que baila a la derecha viste, al parecer, hábito de fraile, con lo que se mantiene cierta parodia o sátira del estamento clerical. Además, las dos mujeres centrales que bailan eran, en el dibujo, unas monjas; en el cuadro definitivo esta identificación ha desaparecido. Solo son mujeres jóvenes con un maquillaje de fantasía que hace función de máscara. En todo caso de la parodia religiosa se ha pasado a la presencia sin más del baile, la fiesta, la risa y la diversión popular, como protagonista absoluto del cuadro. Otros personajes, como el situado a la izquierda más o menos disfrazado de jaque o soldado del siglo XVII y que blande una pica en dirección a una de las mujeres, remitiría al instinto indirectamente sexual desatado en esta fiesta. Están así presentes en forma grotesca las dos instituciones decisivas en la configuración de la sátira por parte del imaginario popular: el ejército, la fuerza; la moral, la iglesia.
En El entierro de la sardina predomina la luz sobre la sombra y la alegría frente al drama; lo mismo que lo distingue de la Casa de locos, la Procesión de disciplinantes y Auto de fe de la Inquisición, obras todas ellas que muestran una gama cromática limitada y cuyos asuntos no permiten la expansión festiva.
El juego de pelota a pala.

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